El secretario autonómico de Cultura y Deporte, Rafael Ripoll, acompañado por el director gerente del Consorcio de Museos de la Comunitat Valenciana, Felipe Garín, presentaron ayer la exposición ‘Trazas’ en el Centro del Carmen de Valencia.
La muestra está compuesta por un conjunto de 18 artistas, vinculados a la Comunitat, de diferentes generaciones y poéticas, unidos bajo el denominador común de explorar con profundidad y rigor las posibilidades expresivas de la obra gráfica.
En la presentación también estuvo el comisario, Juan Bautista Peiró y los artistas participantes Manuel Blázquez, Frédéric Coché, Jonay N. Cogollos, Laura Pilar Delgado, Patricia Gómez / Mª Jesús González, Altea Grau, Susana Guerrero, LUCE, Rubén Martínez, Eva Mengual, Rosell Meseguer, Óscar Mora, Mª José Planells, Miguel Ángel Ríos, Alejandro Rodríguez, Antonio Alcaraz y Marta Blasco.
El secretario autonómico de Cultura y Deporte explicó que “con esta exposición el Consorcio de Museos retoma sus exposiciones colectivas de artistas contemporáneos consolidados. Una línea de trabajo que comenzó en 2012 con exposiciones como ‘La presencia y la figura’, y ‘Acontraluz’, en 2013 con ‘La imagen fantástica’ y las itinerancias de las anteriores y ahora en este 2014 con ‘Trazas'”
Según Ripoll, “estas exposiciones nos permiten apoyar a nuestros artistas y dar visibilidad al trabajo que se está realizando en estos momentos en la Comunitat desde diferentes perspectivas y estudios de la mano de grandes profesionales del ámbito artístico y docente como Joan Peiró. Su propuesta ‘Trazas’ nos ayuda una vez más a comprender el sentido del arte contemporáneo y su papel en la sociedad actual”.
En ‘Trazas’, hay una clara voluntad de tensar los límites para mostrar los territorios limítrofes de la gráfica. Respetando escrupulosamente el concepto de huella, se pueden ver propuestas tan distintas como los estrapos arquitectónicos de Patricia Gómez y Mª. Jesús González, las esculturas de papel de Manuel Blázquez, los frottage de Pilar Delgado, los libros visuales de Frèderic Coché, la instalación de Susana Guerrero, los esténciles de LUCE, las xilografías a placa perdida de Alejandro Rodríguez, las huellas de luz (gelatinas de plata) de Rosell Meseguer, o la anti- huella de Marta Blasco que hace de la propia matriz la obra entintada y no impresa. Jugando muy en serio con la serialidad, con las propuestas de Antonio Alcaraz, de Jonay Cogollos, Altea Grau, Rubén Riera, Eva Mengual, Óscar Mora. MªJosé Planells y Miguel Ángel Ríos.
La obra gráfica, por su propia e íntima naturaleza, merece una aproximación diferenciada que se está empezando a evidenciar recientemente. Su naturaleza es claramente dual y viene marcada primeramente por su condición de huella, de registro de otra realidad previa. Es precisamente este hecho el que posibilita su otra condición natural: la reproductibilidad.
Mientras la primera activa un poderoso mecanismo psicológico “la presencia de la ausencia” que implica directamente al espectador y activa su participación, la segunda incide en un ámbito de actuación muy poderoso: el espacio público, entendido éste no tanto en su dimensión física y territorial como en un plano mucho más amplio, sociológico e incluso, ideológico.
La realidad es siempre compleja y las contradicciones y los contrarios terminan por fundirse en un nuevo orden. Tesis, antítesis y síntesis. Como la estructura tradicional del relato, orden, desorden y vuelta al orden, la afirmación y la negación son poderosos instrumentos para construir una nueva realidad. El hacer y el deshacer son fases inevitables de un mismo proceso que ya no es ni monótono, ni continuo, ni lineal ni sencillo. Todo está relacionado con todo lo demás y es mediante la parte, (el fragmento, el vestigio, el resto, la huella…) con la que podemos aludir e intuir la totalidad, del mismo modo que a través de acciones inevitablemente limitadas en el tiempo podemos inducir la eternidad. Es mediante la repetición constante de la diferencia, con la que juegan varios de los artistas aquí convocados para mostrarnos esa profunda singularidad que anida en lo más hondo de las superficies y las apariencias. Otros, mediante la experimentación con las derivas de la huella, evidencian las potencialidades expresivas no ya de la representación, sino precisamente de la presencia residual de lo que sabemos ausente, de lo que dejó su marca pero sigue estando sin estar.
Precisamente porque la gráfica es tiempo hecho espacio, es memoria hecha huella, considero que resulta especialmente pertinente ofrecer una visión amplia (aunque reducida en la selección de artistas) de las posibilidades expresivas y comunicativas de la obra gráfica entendida como huella, como serie y como proceso en el que la técnica es fundamental.
El Péndulo de VLCNoticias