Profesor de Literatura.
Vivimos en una ciudad curiosa, aunque este fenómeno no sea exclusivo de ella. En Valencia, la gente bienpensante, la “gente de orden”, la gente que ostenta con orgullo la “sana valencianía”, la gente que espeta a diestra y siniestra (en realidad solo a siniestra) calificativos gruesos como “traidores” o “radicales” o otros más gruesos todavía, tienen la cuerda tan corta como larga la lengua. Cualquier argumento que se les dirija les ofende, les escandaliza como a ursulinas arquetípicas, a ellos, que son muy poco dados a argumentos, que son de hecho los reyes del sofisma, de la trampa verbal, de la consigna.
Para acusar de sectarismo a los demás no dudan en inventar y extender noticias falsas, como aquella de la supuesta persecución del alcalde de Valencia a los belenes. Que en realidad lo que haya hecho haya sido dignificar la ubicación del que se situaba en la plaza del Ayuntamiento mejorando su visibilidad llevándolo nada menos que a los pies de la Catedral, y además haya ubicado otro, precioso e histórico, en el Salón de Cristal no les va a impedir continuar con la matraca. Y eso por no mencionar la rocambolesca historia de los santos supuestamente desaparecidos de la Cabalgata de Reyes. Medios entregados con denuedo a la agitación y propaganda que no se molestan en contrastar las fuentes contribuyen decididamente. Y a partir de ahí, que ruede el rumor y la calumnia. Miente que algo queda. Y a partir de premisas falsas, de mentiras lisas y llanas, se atribuyen a los demás condiciones de represores, de censuradores, de malos malísimos perseguidores de la cultura valenciana y se legitima a estos probos ciudadanos para el insulto y la amenaza. Las redes sociales permiten a determinados personajes alcanzar cierta notoriedad por el uso de palabras gruesas y la reiteración del insulto descarnado.
Yo mismo he sido objeto alguna vez de esta práctica de pim pam pum en algún perfil público de facebook. Un probo ciudadano llamado Pepe Herrero, amparado en su presunta condición de periodista, colocó mi nombre en mayúscula junto a una captura de pantalla de mi perfil personal señalando unas cuantas razones por las cuales yo resultaba odioso. A partir de ahí, los comentarios eran una retahíla bastante reiterativa de insultos a cargo de otros ciudadanos no menos probos escandalizados por el hecho intolerable de que un filólogo opinara sobre filología. Y, por supuesto, no he sido el único en ser convertido en muñeco de feria para las iras de las autoproclamadas gentes de bien. Nuestro concejal de fiestas, el sufrido y paciente Pere Fuset, se lleva la palma, sin duda por motivos estratégicos. Y es que les resulta intolerable que un político de izquierdas y valencianista sea concejal de fiestas, a ellos que con tanto gozo bailaban el agua a los comisionados por Rita Barberá.
Todo ello llegó a una especie de culminación muy significativa en la asamblea de presidentes del pasado 22 de diciembre, y no sólo por la absurda y artificial polémica sobre si unos poemas escritos en una ortografía no oficial pueden publicarse en un libro oficial, que todo puede defenderse. No lo sé. Tal vez la poeta en cuestión sea una nueva Juan Ramón Jiménez y sus licencias ortográficas aumenten el brillo de sus palabras hermosas. En cualquier caso eso no convertirá en oficial su ortografía. Lo verdaderamente grave fueron las formas, la tensión a la que se llegó en la parte final de la asamblea. Y creo que no se ha hablado suficientemente en los medios sobre ello.
Quiero decir: debería ser noticia que un supuesto defensor de la cultura valenciana, un personaje prominente de la ciudad de Valencia, quien además por cierto encarna a la mascota del Valencia CF, Julián Carabantes, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, dedicara todo su desprecio a quien sí lleva de manera efectiva trabajando contra viento y marea por la cultura valenciana durante toda su vida: Pep Gimeno ‘Botifarra’. Y también debería ser noticia la intolerable exhibición de grosería y de mala educación que hizo Pedro Pons Álvarez, presidente de la Agrupación de Fallas Sagunt-Quart, y vicepresidente de la Interagrupación, que acabo en un estallido homófobo que rozó la agresión física.
Siguen pasando los días, por cierto, sin que ni la Agrupación que preside, ni siquiera la Interagrupación, se hayan desmarcado de estos comportamientos inadmisibles en cualquier país democrático de nuestro entorno y haya pedido disculpas. ¿Hemos de entender que la Interagrupación respalda estas acciones, y estos comportamientos, que es a esto a lo que se refería su presidente, Jesús Hernández, cuando en discurso público anunció el pasado día 4 de diciembre, con ocasión de la entrega de los Premios Pepe Monforte, que “les falles sabran lo que tenen que fer, i lo faran”?
A mí Pere Fuset me parece una persona honesta, demócrata, tolerante, y amante de la cultura y de la lengua valencianas. Y de la senyera coronada. Me consta desde hace mucho. Por cosas así, es por lo que me parece que esta es una sociedad bien extraña. Porque yo diría que quien insulta, que quien difama, que quien amenaza, que quien hace de la grosería y de la mala educación una cortina de humo para tapar su falta de argumentos, es el radical; que quienes parecen justificar la calumnia, la propaganda, la amenaza, los que ejercen la violencia verbal con una jactancia inaudita, esos son los sectarios, los censores, los intolerantes. Del mismo modo, los que desprecian el cant d’estil que recoge e interpreta Pep Gimeno ‘Botifarra’ son los verdaderos enemigos de la cultura valenciana, por mucho que se disfracen de murciélago. Ellos sí son los radicales. Que nadie se confunda. Ellos son. Y por el bien de todos y sobre todo por el bien de nuestra sociedad y de nuestra cultura, eso es lo que menos necesitamos ahora mismo.