Hoy he entrevistado a una ex- y, a pesar de ello, la cosa ha resultado cordial, casi divertida, y me ha tratado con suma simpatía. Una mujer que ha cumplido una década más de lo que quisiera sin arrepentirse de ni un solo día, y mantiene su atractivo, su atrevimiento y va ganando día a día desparpajo y alegría de vivir.
Y eso que es una ex de mucho compromiso, una mujer delgada que confiesa sin tapujos que fue gorda. Es Mercedes Abad, la autora del libro ‘La niña gorda’ (Páginas de Espuma, 2014). Son los recuerdos y reflexiones de alguien que hoy es una ex/niña y una ex/gorda y ha sobrevivido con mucho éxito.
El Péndulo: Hay algo de especial en ese apellido, Abad.
Mercedes Abad: Sí. Yo siempre era la primera de la lista. A veces, los profesores decían: “a ver, voluntarios …, si no hay empezaremos por orden alfabético”. Yo siempre me presentaba voluntaria. Como sabía que me iba a tocar, al menos mantenía la dignidad. Al final, me acostumbré, eso configura el carácter, eso me hizo valiente. Me sigue gustando ser la primera. Además, fui la primera hija, la mayor y con este apellido… vamos imbatible.
E.P.: ¿Realmente fuiste gorda? Porque viéndote ahora uno no lo imagina.
M.A.: Si fui una niña gorda. En realidad el dibujo de la portada es una recreación a partir de unas fotos mías que le di a la editorial. Este libro son los recuerdos y sentimientos de una niña que fue gorda. Porque los niños saben muy pronto que ser guapo te coloca en el escalafón social y ellos aprenden enseguida, con mucha precisión, en qué lugar deben colocarse. El entorno es muy cruel con las gordas, pero no sólo los otros niños, no tanto su familia sino también ella misma que se ve tan alejada de ese ideal de niña delgada y guapa que desearía ser. Y esa presión no sólo no ha mermado con el tiempo sino que ha aumentado muchísimo.
E.P.: ¿Las niñas gordas se consideraban unas fracasadas escolarmente?
M.A.: No, no, no. Las niñas gordas eran buenas estudiantes. La empollona siempre tenía el aspecto de una niña gorda, con gafas y más granos que las demás. Tienen más vida interior y van mejor en los estudios. Así que desde muy pequeñas ya van por distintos caminos. Se refugian en la lectura, en sí mismas son incluso mejores. Son tratadas con crueldad y algunas humillaciones pero no se ven fracasadas.
E.P.: ¿Y eso que influencia tiene sobre su vida amorosa?
M.A.: Susana, la niña del libro, no se enamora. Los excluidos socialmente, a los casi monstruos sociales, les cuesta mucho mostrarse en sociedad, son casi invisibles, no esperan ser elegidos en el plano amoroso. Ellas saben que sus amores van a ser platónicos. No esperan que nadie se enamore de ellas. Y cuando eso sucede se les rompen todos los esquemas. Primero sienten una gran perplejidad, necesitan grandes esfuerzos para asimilarlo, pero después pueden ser felices como todos. Hay también un profundo agradecimiento hacia quienes las han elegido contra todo pronóstico. Luego la cosa puede no funcionar, pero en eso no hay diferencias con los demás. Lo único diferente es la sorpresa inicial.
(Suena su móvil: Mari, et truco jo d’aquí a una estona. Estic en una entrevista. Cuelga) Recuerdo entonces que es Barcelonesa, periodista y escritora de éxito con más de una docena de títulos. En 1986, ganó el premio La Sonrisa Vertical por un libro de relatos eróticos que fue definido genialmente por Luis G. Berlanga como historias ereccionales o humedecedoras.
E.P.: Dices que el poder no aumenta ni disminuye, sólo cambia de manos.
M.A.: Sí. En las relaciones personales, uno con uno, siempre hay una relación de poder, de dominio o sumisión. Es como en el futbol: la posesión del balón es de uno u otro. Si el Madrid tuvo un 44%, entonces del Barça fue el 56%. La niña gorda con su madre, con cada uno de los demás está en esa tensión, necesita controlar su vida, hacerse con el poder, aunque para ello deba asumir como propios algunos comportamientos que los demás tratan de imponerle. Su vida va cambiando en la medida que va consiguiendo ese poder. Es uno de los descubrimientos que Susana la protagonista hace en el libro.
E.P.: ¿Cómo es la relación con la comida?
M.A.: Eso es algo extraordinario para una gorda. El placer de comer es insustituible. Aún recuerdo los sabores y los olores de algunas comidas en algunos sitios. No sé por qué los científicos no son capaces de conseguir que seamos capaces de comer lo que queramos sin engordar o perjudicar nuestra salud.
E.P.: Tú al final dejaste de ser gorda ¿Consideras eso una derrota, una rendición?
M.A.:Yo prefiero ser delgada. Pero por el camino he dejado muchas cosas. Mi relación con la comida, el placer de comer ya no es lo mismo. Los cánones de belleza son cruelmente excluyentes. Sé que al conseguir adelgazar he hincado la rodilla ante ellos, a pesar de lo injustos que son. Pero prefiero ser delgada. (noto que dice ‘ser’ no ‘estar’) Es una transformación que tiene sus exigencias. Yo, por ejemplo, no puedo vivir sin tener cerca mi báscula.
E.P.: Al final del libro hay un episodio en el que la protagonista lanza todas sus básculas al mar.
M.A.: Jajaja, esa es una concesión al mundo de los sueños. No soy la primera en afirmar que la Literatura debería ser capaz de decirte lo que eres y lo que te gustaría ser. Ese momento del libro es un aquelarre, un desiderátum, la rebelión definitiva. Una gorda termina conociendo todas las básculas del mercado, incluso las hay de viaje, porque necesita pesarse en “su báscula”. Los cien gramos de margen son muy importantes. Poder lanzar al mar todas las que te acompañaron en la vida es un sueño liberador.
E.P.: ¿Qué le dirá este niño libro a una niña gorda?
M.A.: Que no está sola. Verá que en el libro mis recuerdos están llenos de buen humor. Que otros pasaron por ahí y que sea cual sea el resultado de sus esfuerzos por adelgazar, la vida es más atractiva cuando se toma con sentido del humor. Que reírse alguna vez de uno mismo ayuda a vivir.
Quién diría que es una ex al vernos reír hablando de estas cosas…
El Péndulo de VLCNoticias/José Carlos Morenilla/Fotos-Páginas de Espuma