Conocido por su vocación investigadora sobre temas de clave ocultista y el mundo del misterio, Javier Sierra es uno de los autores españoles más vendidos y reconocidos del panorama nacional e internación. Sus novelas ‘El ángel perdido’, La dama azul’ o ‘La cena secreta’ han sido vendidas en más de cuarenta países y traducidas a más de doce idiomas convirtiéndose, rápidamente, en éxitos de venta allí donde se publicaban.
Su último trabajo, ‘El maestro del Prado’ (Editorial Planeta, 2013) se alzó con el puesto número uno de los libros más vendidos en España, en el apartado de no-ficción, según confirman los datos ofrecidos por la empresa Nielsen Bookscan.
Actualmente, ‘El maestro del Prado’, sigue un ritmo imparable de ventas y muy pronto será traducido para sus ediciones en inglés, portugués, ruso, húngaro y para 2015 se espera que llegue a países como Bulgaria, Serbia, Croacia, Lituania…, superando todas las previsiones del autor y la editorial.
Dado el éxito del título, tras un año de permanencia en los anaqueles de las librerías más importantes de España, El Péndulo de VLCNoticias se puso en contacto con Javier Sierra para conocer más de cerca las ‘claves’ de su libro, texto que habita la frontera del ensayo y la novela, su visión sobre la pintura y su acercamiento a los misterios que guardan las obras del Museo del Prado.
El Péndulo: ‘El maestro del Prado’ fue la obra literaria española más vendida en 2013 y continúa con un buen ritmo de ventas, tras pasar un año, desde su aparición en el mercado. ¿Imaginabas este éxito para un texto que aúna tu gusto por la pintura, en el marco del Prado, y sus claves ocultas?
Javier Sierra: Lo cierto es que no. Publiqué ‘El maestro del Prado’ con la sensación de que sería un texto para minorías, un tributo a una pequeña parte de los lectores que, como yo, cree que es mucho más importante aquello que no se ve que lo que es evidente. Yo defiendo que el amor, los valores, la pasión, el alma… son cosas que pertenecen a ‘lo invisible’ y que nos definen mucho mejor que las banderas, el dinero, la materia. En mi libro se habla de eso. Una idea, como ves, que no parece muy popular, muy de bestseller en esta época y que decidí trasladar a mi nada secreta pasión por el arte. Y es que yo no reduzco el arte a criterios estéticos, a materiales, soportes, estilos o escuelas, sino que buceo en su razón profunda. Y tras la selección de cuadros sobre la que levanto ‘El maestro del Prado’ he descubierto razonamientos de los grandes genios de la pintura que rozan lo Oculto, el misterio, lo sobrenatural. La búsqueda del alma, en suma. Para mí fue un descubrimiento total, pero ¿lo sería también para mis lectores? Hoy, un año después de publicar el libro, ya puedo decir que sí.
Publiqué ‘El maestro del Prado’ con la sensación de que sería un texto para minorías
E.P.: Esta obra se gesta en tu juventud y toma cuerpo dos décadas más tarde, ¿imaginabas que tus apuntes, tu toma de contacto con las obras del Prado, tu guía en descubrir lo oculto serían los pilares de un trabajo tan complejo como ‘El maestro…’?
J.S.: Todo lo que rodea a ‘El maestro del Prado’ ha superado con creces cualquiera de mis previsiones. Cuando en 1990 empecé a tomar notas de lo que aprendía en mis primeras visitas frecuentes al Prado no lo hice con idea de compartirlas con nadie, sino de recordar esas lecciones para mí. Un día comenté este asunto con mi editora y fue ella quien me animó a que intentara ordenar aquel caudal de memorias y sensaciones… Así surgió este libro. De un modo inesperado. Mágico. En el fondo, ahora lo sé, como debía ser.
Todo lo que rodea a ‘El maestro del Prado’ ha superado con creces cualquiera de mis previsiones.
E.P.: Ya en las primeras páginas el lector advierte que si bien las obras ofrecen un mensaje oculto y claves misteriosas el ejercicio de su realización (y creación) está cimentado en lo que se conoce sobre sus autores, sus vidas… ¿Hay un tránsito en tus trabajos del mundo esotérico a las constataciones científicas e históricas o, sencillamente, crees en la coexistencia, aun en la complementariedad, de ambos enfoques?
J.S.: Hace muchos años un escritor catalán al que admiré mucho, Antonio Ribera, me recomendó que leyera a un filósofo francés apasionado de los grandes enigmas llamado Aimé Michel. Éste resumía su ideario al respecto con un “hay que estar abierto a todo, pero no creer en nada”. Esto es, hay que tener la mente preparada para enfrentarse racionalmente a lo desconocido pero no convertir en dogma nada de lo que se aprenda, a riesgo de desviarse del propósito fundamental de cualquier búsqueda: encontrar la verdad. Y yo aplico esa máxima a rajatabla. Estoy abierto a estudiar lo invisible, pero siempre desde una óptica rigurosa. Huyo de los fanatismos y más aún de los fanáticos. Y creo que esa actitud preside toda mi obra. No hay tránsito en eso, si acaso una justa evolución de estilo y agudeza.
…hay que tener la mente preparada para enfrentarse racionalmente a lo desconocido pero no convertir en dogma nada de lo que se aprenda.
E.P.: Con el poderosísimo contenido que ofrece ‘El maestro del Prado’, ¿podrías decir que ha devenido en una especie de guía paralela del museo? ¿Te consta que algunos de tus fieles lectores visiten el museo con tu libro bajo el brazo?
J.S.: ¡Claro! De hecho, lo he comprobado en persona varias veces en estos meses. Pero no sólo son los visitantes del Museo, también algunos guías y no pocos vigilantes de sala. Es maravilloso poder compartir con todos ellos la fascinación por los secretos de una colección de pintura única.
E.P.: Desde las pinturas rupestres hasta hoy el simbolismo y las visiones místicas han marcado muchos trabajos pictóricos, ¿crees que forma parte del pensamiento mágico la representación y la visión de un componente oculto a esta realidad consensuada?
J.S.: Esto requiere una reflexión más profunda. El pasado verano recorrí casi todas las grandes cuevas con pinturas del norte de España y me acerqué a las últimas dataciones que se han hecho de las mismas. Los resultados apuntan a varias conclusiones sorprendentes: la primera, que el arte nació hace unos 40.000 años en esa región del planeta. La segunda, que al ser un arte representado en la profundidad de las cavernas, en recovecos subterráneos a veces inaccesibles y sin luz diurna, no tuvo como propósito primordial lo estético, sino algo más íntimo que sólo se comprende desde la óptica mágica o animista. El arte, pues, fue la primera expresión religiosa del ser humano. La primera religión. Y eso no se perdió con el paso del tiempo, sino que llegó a pintores como Bosco, Fra Angelico, Brueghel y tantos otros. De eso va precisamente ‘El maestro del Prado’.
El arte (…) fue la primera expresión religiosa del ser humano.
E.P.: Felicidades por el éxito y gracias por atender a nuestras preguntas.
J.S.: Gracias a vosotros.
El Péndulo de VLCNoticias/Jimmy Entraigües-José Antonio Garzón/Fotos: Archivo personal de Javier Sierra y Editorial Planeta