Entrevistamos a Javier Urra con motivo de la presentación de su último libro: ‘Psicohigiene’ (Aguilar, 2014).
Es psicólogo, profesor de la Universidad de Madrid, dirige un equipo de investigación de más de cien personas que pretende descubrir las pautas con las que reconciliar nuestra vida interior con nosotros mismos y con los demás.
Lo encuentro cordial, seguro de sí mismo, manteniendo siempre el esfuerzo de ser preciso, veraz y sin miedo a las consecuencias de lo que dice.
El Péndulo: ¿Qué es lo normal y qué lo patológico?
Javier Urra: Es normal aquello que encontramos estadísticamente en el comportamiento de la mayor parte de la gente. Eso no quiere decir que sea sano. Por ejemplo, hay quien juega a la lotería buscando que le toque, eso es normal pero no me parece sano. Como también es normal fumar o beber mucho alcohol, es normal pero no sano. Hay que hacer el esfuerzo de corregir ciertos comportamientos “normales” y convertirlos en saludables.
Patológico es aquello que nos incapacita para estar a bien con nosotros mismos o con los demás. Por demasía o por carencia. Pensamientos inusitados y extraños como los que provocan la psicosis o la esquizofrenia, o esos pensamientos rumiados constantemente que conducen a las manías, o aquellos momentos de suma melancolía que conducen a la depresión. Vivir no es estar mal.
E.P.: Las terapias psicológicas parten tradicionalmente de la comprensión de nuestra propia patología, para así poder superarla. Pero hoy hay muchas personas que en la base de su infelicidad, de su depresión, tienen hechos objetivos como la pobreza extrema, el paro, la falta de hogar, etc… ¿Cómo se cura eso?
J.U.: Es cierto, en esas situaciones de exclusión social, por mucho que te digas, “hoy estoy animado, voy a salir a buscar trabajo con alegría”, al final la realidad se impone. Esas personas necesitan la ayuda de los demás. Todos debemos trabajar para sacarlos de su situación. Antes, tal vez había que ir a Nicaragua para ayudar en estos problemas, ahora esto sucede en España. Cuando estás excluido, cuando te han desahuciado, esto te golpea en tu salud, daña tus defensas tu autoestima, eso escapa a tu capacidad de vivir sano. Esas cosas te hacen daño. Afectan a tu salud mental. Hoy la psicología tiene que estar comprometida con la justicia social, la ética, la verdad.
E.P.: En el libro dedicas una parte importante a tipificar algunos comportamientos sexuales como patológicos. Parece algo fuera de lugar, hoy en que se predica la más absoluta libertad sexual. Incluso parece que ser solamente heterosexual es una imposición social.
J.U.: Es que algunos comportamientos son patológicos. La zoofilia, o la necrofilia lo son sin ninguna duda. En las primeras reuniones de la PSN (Sociedad Norteamericana de Psicología) la homosexualidad se consideraba un trastorno; después esto se corrigió, pero entonces la presión del lobby homosexual era ya muy fuerte. No entro en eso, pero muchos quieren que los demás acepten su comportamiento sin reservas pero esto no siempre es posible. Me pasó el caso de un hombre que se quejaba de que sus hijos ya no le aceptaban como antes; el hombre se había separado con cincuenta años y se había unido sentimentalmente a otro hombre 27 años más joven que él; en estos casos no te puedes quejar; no puedes impedir lo que piensen los demás.
Con respecto a la libertad en la pareja, no todo vale. No hay que confundir el amor con el querer. Amar exige que el otro sea más feliz que tú. Lo que importa en el amor es el otro. La libertad sexual no te libera de la lealtad, el respeto a la palabra dada, del compromiso. Tener relaciones con una mujer y con otra, y con otra ¿es sano? No.
E.P.: En las relaciones sexuales de menores existen ejemplos que parecen poner en duda la doctrina oficial. ¿Y si es el menor el que seduce? Pienso en la ‘Lolita’, de Nabokov.
J.U.: El mayor siempre es responsable. A veces el límite de velocidad parece absurdo pero existe. Un menor puede parecer emocionalmente maduro, pero su madurez abarca muchos más ámbitos que no podemos valorar. La edad es determinante. Incluso estamos estudiando, como parte del equipo asesor del actual Ministro de Justicia aumentar esa edad.
E.P.: Al respecto, ¿puede una menor pedir la tutela del Estado si sospechan que sus padres van a privarle de sus derechos sexuales, boda adolescente, ablación, etc…?
J.U.: En España se puede. Además acabamos de firmar un convenio internacional enel que esta tutela la ejerce directamente la ONU. Existen sentencias condenatorias para quienes han perpetrado estos hechos aunque los hayan llevado a cabo fuera de España.
E.P.: Esta protección por la edad ¿debería dejarse a la discrecionalidad de los jueces?
J.U.: Por debajo de la franja de los dieciséis años, NO. En la franja de los 16 a los 18, tal vez. Puede que un menor que va a ser juzgado como adulto no tenga la madurez suficiente para ello. En algunos países extienden este beneficio a juicio del juez entre los 18 y los 21. Y eso que conozco las atrocidades que menores pueden cometer. Tengo un libro escrito con cincuenta y tres casos reales durísimos. Incluso creo que deberían tener derecho a votar. Así los gobernantes se preocuparían un poco más de ellos.
E.P.: También hablas del aborto y sus consecuencias psicológicas. No crees que ayudaría una legislación más acertada para las adopciones.
J.U.: Hoy en España ya se puede entregar a un hijo en adopción desde el mismo momento del parto. El abandono está perseguido duramente. Ya no se puede dejar a un recién nacido anónimamente a una institución como antes, en aquellos tornos de las monjas. Pero se puede dar en adopción. Es un acto legal, definitivo e irreversible. Los padres de una menor, de una mujer no emancipada que vive con ellos, no deben decidir por ella, obligándola al aborto.
E.P.: ¿Debe el Estado decir, a su mayoría de edad, a un niño que es adoptado?
J.U.: Los niños adoptados deben saber pronto que lo son. Es un consejo, pero no creo que el Estado deba intervenir para decírselo. El Estado cuanto menos intervenga en el seno de la familia, mejor.
E.P.: En el colegio muchos menores amenazan a sus profesores con denunciarlos. ¿No nos hemos pasado en la legislación proteccionista?
J.U.: No. Casi todas las autonomías que tienen transferidas las competencias de educación han conferido al profesor el estatus de autoridad en el ejercicio de su profesión. Si un niño amenaza, hay que contestarle que lo haga. Un profesor debe tener autoridad y ser inflexible objetivamente en su evaluación. Los jóvenes deben aprender que estudiar se evalúa por procedimientos objetivos, que los exámenes, los trabajos, etc… son decisivos.
No es cuestión de andar corrigiendo permanentemente las leyes. Se trata de incrementar la educación. La salud mental es algo que debe enseñarse también.
El Péndulo de VLCNoticias/José Carlos Morenilla/Fotos: Ediciones Aguilar y Web del autor.