En 1966 tuvo la idea de diseñar “una caja” para divertirse con “juegos interesantes” a través de los televisores. Desde ese momento, su idea transformó el entretenimiento global
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Ralph Baer, el ingeniero conocido popularmente como el “padre de los videojuegos”, falleció en su casa de la ciudad estadounidense de Manchester este fin de semana a los 92 años, según confirmó hoy su familia.
A Baer se le ocurrió la idea de diseñar una “caja” que permitiese a los estadounidenses jugar en sus televisores en 1966, mientras esperaba a un amigo en la terminal de autobuses Port Authority de Nueva York.
“El objetivo de mi experimento era crear un dispositivo que pudiese conectarse a cualquier televisión y jugar juegos interesantes”, escribió en su libro “Los videojuegos al principio”, publicado en el año 2005.
Baer y la empresa para la que trabajaba, Sanders Associates, solicitaron la primera patente de videojuegos en 1971.
Sanders Associates concedió una licencia para el sistema desarrollado por Baer a Magnavox, que vendió 130.000 unidades de la primera videoconsola de juegos para el hogar en 1972.
Baer debió mudarse desde Alemania a los Estados Unidos a causa de la persecución nazi
Baer, un ingeniero de origen judío que llegó a EEUU con su familia huyendo de la Alemania nazi, fue premiado por la Casa Blanca en el año 2006 con la Medalla Nacional de la Tecnología, e ingresó en el Salón de la Fama de los Inventores de EEUU en el año 2010.
La videoconsola que diseñó transformó el papel de la televisión y sentó los pilares de una industria que generó miles de millones de dólares el año pasado.
La primera consola sentó las bases de un sistema que duró más de dos décadas
Nacido en marzo de 1922 en el seno de una familia judía en la ciudad alemana de Pirmasens, Baer creció en el barrio neoyorquino del Bronx, donde se asentaron sus padres tras llegar a Estados Unidos en 1938.
Baer se interesó por la ingeniería electrónica durante su adolescencia y pasó los primeros años de su carrera profesional desarrollando equipamiento médico, altavoces y otros sistemas tecnológicos para fines comerciales y militares.
Le sobreviven sus dos hijos, James y Mark, su hija Nancy Baer y cuatro nietos.
Su esposa, Dena Whinston, con quien estuvo casado 53 años murió en el año 2006.